– Creo que la verdad está bien en las matemáticas, en la química, en la filosofía. No en la vida. En la vida es más importante la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza.
¿Qué, quieren una originalidad total y absoluta? No existe, en el arte ni en nada. Todo se construye sobre lo anterior. No hay pureza en nada humano.
(...) a medida que nos acercamos a la muerte también nos acercamos a la tierra, y no a la tierra en general, sino a aquel pedazo, aquel ínfimo (¡pero tan querido, tan añorado!) pedazo de tierra en que transcurrió nuestra infancia, en que tuvimos nuestros juegos y nuestra magia, la irrecuperable magia de la irrecuperable niñez.
(...) la memoria es lo que resiste ao tiempo y a sus poderes de destrucción, y es algo así como la forma que la eternidad puede asumir en ese incessante tránsito.
Siempre – decía – llevamos una máscara, una máscara que nunca es la misma sino que cambia para cada uno de los papeles que tenemos asignados en la vida: la del profesor, la del amante, la del intelectual, la del marido engañado, la del héroe, la del hermano cariñoso.
(...) quedamos así durante esos instantes que no forman parte del tiempo sino que dan acceso a la eternidad.
(...) no se puede luchar durante años contra un poderoso enemigo sin terminar por parecerse a él (...)
Eran como dos universos opuestos, y, sin embargo, de algún modo estaban entrañablemente unidos por un vínculo ininteligible pero poderoso.
(...) no hay casualidades sino destinos. No se encuentra sino lo que se busca, y se busca lo que en cierto modo está escondido en lo más profundo y oscuro de nuestro corazón.
Todavía no había llegado la época en que uno sabe que nada de los seres humanos debe asombrarnos.
(Ernesto Sabato. in Sobre héroes y tumbas. )
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